Crónica del Festival de Cine de Sitges 2019 III

Tercera parte de la crónica del Festival de Sitges de 2019. Podéis encontrar las anteriores crónicas aquí:
Parte I: En la hierba alta, 3 from Hell, Little Monsters, Noche de bodas, Guns Akimbo, The odd Family, The Gangster, the Cop and the Devil
Parte II: Vivarium, Nimic, Lux Aeterna, El Hoyo, Daniel isn't Real, The Lighthouse

After midnight

After Midnight (Jeremy Gardner, Christian Stella, 2019) es otra de esas deliciosas películas que tan bien encajan en un festival como el de Sitges. Se trata de un drama romántico (me resisto a llamarlo comedia romántica, por más que así lo diga la sinopsis de la página del festival) sobre los cimientos de una pareja, y aquellas cosas a las que uno tiene que ceder o dejar de lado en pos del futuro de esta. La cinta por supuesto tiene un toque fantástico, pues  si no no tendría cabida en este festival (cof cof cof que tos más extraña), pero es un elemento mínimo y con muy poca presencia en pantalla. La clave aquí es el drama romántico y la interpretación de los actores. 

La sinopsis es sencilla. Hank (Jeremy Gardner) y Abby (Bea Grant) viven juntos en una casa en el bosque en una zona rural de Estados Unidos, un buen día Abby abandona a Hank y desde ese momento un monstruo acosa la casa cada día a medianoche. Ahora bien, no se trata de una película “de monstruo” y quién ande buscando eso mejor que busque otra cosa. Aquí el monstruo no deja de ser una metáfora del abandono al que está enfrentándose Hank y su duelo tras perder a su pareja. La película tiene el toque exótico de fantástico y las dosis justas de humor para ser algo más, una película diferente, pero si el drama de la pareja y sobre todo la interpretación de los actores (magníficos ambos) no hubiese funcionado la película no tendría razón de ser. A destacar la escena del diálogo en la entrada de la casa, una larga escena con plano fijo en la que lo que se dice y cómo se dice definen el fondo y el tono de toda la película.

Come to daddy

Si en la primera parte de esta crónica destacábamos la presencia de Samara Weaving como un nombre que desde ya queda ligado al mundo del fantástico, aquí llega el momento de nombrar a otro sin el que el género no hubiese sido lo que es en la última década, Elijah Wood. Quien interpretase a Frodo en una de las trilogías más famosas de la historia del cine y la literatura se ha convertido por derecho propio en uno de los nombres claves del género fantástico en la actualidad. En su faceta de actor ha participado en largometrajes como la citada trilogía de El Señor de los Anillos (The Lord of the Rings, Peter Jackson, 2001-2003), Sin City (Id, Robert Rodriguez, 2005), Dulces Criaturas (Cooties, Jonathan Milott, Cary Murnion, 2014) o El último cazador de brujas (The Last Witch Hunter, Breck Eisner, 2015). Pero si algo hay que destacar es su faceta como productor, con su empresa Spectrevision fundada en 2010 junto a los directores Daniel Noah y Josh C. Waller, ha llevado a las pantallas películas como The Greasy Strangler (Jim Hosking, 2016), Mandy (Id, Panos Cosmatos, 2018), la citada en la segunda parte de esta crónica Daniel isn’t Real (Adam Egypt Mortimer, 2019) o la nueva adaptación de Lovecraft de la que hablaremos más abajo Color out of Space (Richard Stanley, 2019). Queda claro pues que sin el trabajo delante o detrás de las cámaras de Elijah Wood no habrían llegado a las pantallas algunas de las películas más interesantes del género en los últimos años y sin ir más lejos tres de las películas más destacadas de esta edición del Festival de Sitges.

En este caso toca hablar de su faceta como actor al frente de Come to Daddy (Ant Timpson, 2019) la película hace una mixtura de géneros para narrar la historia de Norval Greenwood (Elijah Wood) que tras recibir una carta de su padre (Stephen McHattie) quien abandonó el hogar familiar cuando Norval era apenas un niño, decide acudir a casa de este esperando encontrar algo con que llenar su vacío emocional. A partir de ahí la historia visita el horror, el thriller, la comedia negra y un sinfín más de géneros mientras Norval descubre la verdad sobre su padre y solventa la papeleta que le ha tocado. La película funciona a la perfección cuando se pone violenta y cómica y falla en el drama emocional del personaje que ni interesa ni llega a desarrollarse con un mínimo de profundidad, pero lo cierto es que tampoco se aprecia una especial intención por parte de sus responsables por ahondar demasiado en esto. Come to Daddy no deja de ser un divertimento gamberro, y como tal es perfecto.

I lost my body

I lost my body (J’ai perdu mon corpse, Jérémy Clapin, 2019) es una cinta de animación que narra la historia de una mano que despierta en un depósito forense y la odisea que emprenderá para reencontrarse con su cuerpo perdido. Tras este loco argumento se encuentra una película emotiva que habla del amor y de lo que estamos dispuestos a hacer por recuperar aquello que nos falta y que forma parte de nosotros, ya sea esto una mano o una persona. Se trata de una película imaginativa y emocional a partes iguales con una animación cautivadora que fluye de forma muy natural.

La película alterna las andanzas de la mano por París (algunas secuencias son magníficas como la que sucede en la estación de metro), con la vida de Naoufel el protagonista y dueño de la mano. Comenzando con su infancia y la tragedia que marcó su vida hasta llegar al periodo anterior a perder la mano en la que el interés romántico por Gabrielle reactivará una vida anodina y gris. Por su frescura y su originalidad I lost my body probablemente sea una de las películas más estimulantes de las vistas este año en el festival.

Deerskin

No he tenido el placer de ver la filmografía anterior de Quentin Dupieux pero tras disfrutar de Deerskin (Le Daim, Dupieux, 2019) pienso ver todas y cada una de sus películas. Deerskin es una maravillosa comedia que no busca nada más allá del humor más absurdo pero con una sobriedad formal que no hace sino acrecentar el sentido del humor de la cinta. En Deerskin un hombre establece una especial relación con su nueva cazadora de piel de ciervo hasta el punto de que esta comience a hablarle. A partir de aquí juntos se embarcarán en una misión vital para lograr que nadie en el mundo más que él lleve una cazadora. 

Dupieux con la inestimable ayuda de Jean Dujardin con una interpretación afinadísima plantea una gran cantidad de temas en la película y no se corta en criticar la sociedad, la industria del cine o las obsesiones del hombre moderno. Pero lejos de hacerlo con un tono moralista o sesudo, lo hace con una naturalidad pasmosa, poniendo en pantalla un absurdo tras otro de una forma fría y sin emociones. Es maravilloso el momento en que un personaje, montadora de cine aficionada cuenta al protagonista cómo una vez decidió montar Pulp Fiction de forma cronológica y se dio cuenta de que la película así era una mierda. Dupieux enfrenta la ambición megalómana de su protagonista con el escenario reducidísimo del pueblo en el que tiene lugar y las acciones casi ridículas que este tiene que hacer para acercarse a su objetivo. Juega también con el tono de la película para acrecentar la sensación de extrañeza y de humor. Da igual que se trate de una escena del protagonista en soledad en la habitación del hotel o un estallido de violencia y sangre, el tono ni aumenta ni disminuye y el espectador queda atrapado en un camino del absurdo del que no puede salir.

Synchronic

El caso contrario me ocurre con Synchronic (Justin Benson, Aaron Moorhead, 2019). Tras alcanzar Benson y Moorhead el estatus de directores de culto con sus anteriores películas, especialmente The Endless (Id, Benson, Moorhead, 2017), muchos esperaban otra gran película del fantástico en esta incursión en el Hollywood más comercial. Mientras que Deerskin me hace desear ver toda la filmografía de Dupieux, lo contrario ocurre con Synchronic. 

La película comienza con un planteamiento muy interesante. Dos paramédicos recorren la ciudad todas las noches en la parte trasera de una ambulancia lidiando con todo lo malo que la ciudad puede ofrecer, mientras hacen frente a sus propios demonios personales. Esta parte es la que realmente interesa de la cinta. Contrariamente a lo que ha ocurrido en otras películas del festival, aquí la parte emocional sí funciona. En el drama de los personajes se esconde el verdadero interés y es que además está filmado de una forma sorprendentemente sobria. Ambos personajes interpretados por Jamie Dornan y Anthony Mackie, aquí los dos magníficos, tienen sus propios demonios internos y la película se esfuerza con éxito en mostrar la lucha personal que cada uno de ellos tiene que acometer para vivir la vida día tras día. El gran acierto es precisamente la relación entre ellos, las horas de ambulancia o de bar en las que no se dice nada pero se dicen todo. Si esa hubiese sido toda la película, eliminando el fantástico de la ecuación hubiese resultado en una cinta muy estimable. 

Pero es cuando entra lo fantástico cuando Synchronic se tuerce,  y no porque la idea sea mala sino porque no está llevada con acierto a la pantalla. Mientras que la primera parte puede recordar, salvando las distancias, en su tono y ambientación al thriller norteamericano de los años 70, la segunda podría ser un capítulo de Twilight Zone o incluso de Doctor Who. Si hubiera sido así hubiese resultado un episodio muy original pues la premisa tiene cierto encanto, pero en formato largo y en yuxtaposición con el resto de la cinta resulta un fracaso. Resulta en conjunto una película extraña con una parte atractiva y muy bien resuelta y otra ciertamente interesante pero muy mal resuelta. Hay quien ha disfrutado de esta extraña mezcla, merece al menos un visionado.

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