La Rueda del Tiempo 3. El Dragón Renacido. Robert Jordan

[Aviso para viajeros]: He intentado en el presente texto no desvelar demasiados elementos de lo sucedido en libros anteriores, pero es difícil hablar de una tercera parte sin mencionar la situación de los personajes tras los dos libros anteriores. Si no los has leído y pretendes hacerlo te recomiendo que no sigas leyendo. Puedes leer la crítica del primer libro El Ojo del Mundo aquí, y la del segundo, La Gran Cacería aquí.


El Dragón Renacido es el tercer volumen de la macrosaga de alta fantasía La Rueda del Tiempo creada por Robert Jordan. La saga, de forma muy resumida, sigue las aventuras de un grupo de jóvenes que se ven atrapados en los hilos del destino en una aventura de proporciones épicas para evitar –¿o es para provocar?– el desmembramiento del mundo, algo que ya ha ocurrido eras atrás y que está destinado a volver a suceder conforme gire la Rueda. El mundo creado por Jordan está poblado por misteriosas hechiceras capaces de poderosa magia mediante el encauzamiento del Poder Único, de tramas políticas entre grandes reinos y de retorcidas criaturas enviadas por el Oscuro para asolar los pueblos de la tierra. El primer libro, El Ojo del Mundo es quizás el más denso pues dedica elevado número de páginas a presentar el escenario y los personajes y es donde la prosa detallada y pausada de Jordan todavía no está lo suficientemente depurada. Para el segundo libro, La Gran Cacería, sin embargo, Jordan ya tenía la lección aprendida y una vez con todas las piezas sobre el tablero desarrolló una aventura de dimensiones épicas mucho mayores y con un desarrollo de personajes más profundo que en su predecesor. En este tercer volumen, el escritor hace acopio de todo lo aprendido y lo potencia dando como resultado el libro más completo hasta la fecha. Si bien es cierto que la estructura general de la novela es muy similar a la de La Gran Cacería –los personajes, que comienzan la historia separados, van poco a poco convergiendo en el punto donde tendrá lugar el gran enfrentamiento final–, también lo es que esta naturaleza repetitiva no deja de tener relación con la propia esencia de la epopeya que está contando; las eras se repiten, los grandes héroes renacen y las aventuras suceden una y otra vez. Aún así, que nadie se lleve las manos a la cabeza temiendo encontrar una mera repetición de La Gran Cacería, pues salvo este esqueleto central, nada más tiene relación.

Todos los libros de la saga comienzan con un breve prólogo que sirve para poner en contexto y adelantar algunos de los eventos a los que tendrán que enfrentarse los protagonistas. Una de las cosas más interesantes de estos textos es que la primera vez que se leen, el lector apenas es consciente del alcance de lo que Jordan está contando, mientras que leídos de nuevo una vez acabada la novela es cuando alcanzan su total significado. En esta tercera novela Jordan incluye una nueva función al prólogo y es hacerlo servir de resumen de lo sucedido hasta la fecha, pero no dedicándose a narrar sencillamente lo sucedido como si de un resumen se tratase, sino de forma sutil, entremezclando los sucesos con la trama que está ocurriendo. Esta forma de recordar al lector lo ocurrido anteriormente sin caer en lo obvio es una de las características de la novela y volveremos sobre ello más adelante. 

"–Rand se ha marchado –se limitó a decir el Guardián antes de irse a toda prisa, pero aquello fue más que suficiente."

Pese a llevar solo tres libros, a estas alturas de saga, tenemos acumuladas ya más de 2200 páginas de historia que se traducen en numerosos escenarios e incontables personajes. Debido a esto en El dragón renacido los puntos de vista de algunos de los personajes protagónicos desaparecen para volver a resurgir en posteriores volúmenes. La práctica totalidad de la novela está centrada en tres de los personajes que partieron de Campo de Emond con Rand, a saber, Perrin, Egwene y Mat, mientras que el propio Rand sorprendentemente tiene un papel muy secundario y sus acciones son casi siempre valoradas desde el punto de vista externo de otros personajes. Mediante el uso de esta herramienta Jordan pone al lector en el mismo lugar que a los personajes. Conforme Rand va creciendo en el uso de sus poderes, va siendo cada vez menos ese chico con el que el resto de protagonistas crecieron y jugaron en su infancia y más ese ser poderoso que alcanza tintes casi mitológicos. Eliminando el punto de vista de Rand de la narración, el lector obtiene información de él de la misma fuente que el resto de personajes, gracias a los comentarios y leyendas que va dejando allí por donde pasa. 

En cuanto a los otros tres protagonistas, Jordan los utiliza para dar a conocer a través de cada uno de ellos lo que está sucediendo en distintas partes del mundo en cada momento. Gracias a Egwene profundizamos mucho más en lo que ocurre en Tar Valon y la forma de actuar de las Aes Sedai –los capítulos que pasan en la Torre Blanca, intentando desentrañar secretos y traiciones sin ser descubiertos dejan cierta reminiscencia a las correrías de Harry Potter y sus amigos en Hogwarts–. Perrin continúa con su lucha para entender en qué se ha convertido y qué alcance tiene su nueva conexión con la naturaleza y nos permite asimismo adentrarnos más en algunas de las razas que habitan el mundo y que hasta el momento apenas habían sido mencionadas. Y gracias a Mat, aunque la suya sea la trama más reducida, y la más irregular de las tres, conocemos algunas de las intrigas políticas que van cobrando cada vez más importancia conforme avanza la saga y tenemos el placer de recuperar a un personaje muy querido que aparece y desaparece de forma intermitente conforme avanzan los distintos libros pero que parece tener mucha información que revelar en el futuro.

Uno de los elementos esenciales de la escritura de Jordan y que en este libro alcanza un nivel sobresaliente es la plasmación del mundo de los sueños. Llegados a este punto son ya varios los personajes que pueden acceder a él y gracias a su propia visión obtenemos un conocimiento mayor de qué es y la importancia que tiene en la mitología de la Rueda del Tiempo. Las escenas oníricas son posiblemente lo mejor de toda la novela. Jordan narra lo sucedido entrecortando escenas, cruzando unas con otras o pasando de un escenario a otro sin solución de continuidad y el lector acaba tan confundido como los propios personajes. Pero no es una confusión que impida entender la acción, a pesar de lo aparentemente errático de la narración, en todo momento sabemos qué está ocurriendo aunque no seamos capaces de describir la escena con exactitud. Igual que si fuera un sueño.

"Callandor. No estaba seguro de si el susurro había surgido dentro de su cabeza o fuera de ella; pero parecía resonar por las columnas, suave como el viento, procedente de todos los rincones, insistente. Callandor. Quien me empuña empuña el destino. Tómame e inicia el viaje final."

Otra de las tradiciones de la saga que se continúa en este libro son los viajes. Los personajes pasan grandes cantidades de tiempo viajando de un extremo a otro del mapa, recorriendo ciudades y pueblos, bosques y montañas, a caballo, en barco o a pié. Y por el camino aprovecha Jordan para ahondar más en el rico mundo que ha creado. No es lo mismo la ciudad extramuros de Caemlyn, llena de casas de ladrillo rojo y calles rebosantes de hombres y mujeres ocupados en un animado mercadeo bajo los toldos de los comerciantes, que la ornamentada Tar Valon poblada de casas de vivos colores y con una fuente o monumento en cada plaza y cruce de calles. Y si algo se repite en todos esos lugares son las posadas, que abundan a lo largo de todos los viajes. Grandes o pequeñas, acogedoras o abarrotadas, con posaderos amables y extrovertidos o agrios y reservados. Todas ellas tienen un letrero colgando en la puerta con el nombre del local y un dibujo, así encontramos posadas tan variopintas como El Salto de Harilin en cuyo letrero se representa un hombre a pata coja con los brazos levantados, La Forja del Viajero, con un hombre de delantal de cuero con un martillo o El Ribereño cuyo letrero está ilustrado con un hombre descalzo y con torso desnudo interpretando una giga. Todos estos lugares y sus habitantes ayudan a crear la sensación de un mundo real y muy vivo. 

Retomando lo mencionado más arriba, Jordan hace un esfuerzo digno de mención para recordar conforma avanza la trama sucesos que han ocurrido en los libros anteriores pero siempre sin entorpecer la narración en curso. Entrelaza de forma perfectamente natural lo ya sucedido con lo que está ocurriendo de manera que el lector no se encuentra perdido en ningún momento a pesar de tratarse de un mundo tan grande y con una cantidad tal de personajes. Sería llamativo adentrarse en una saga de estas características en el tercer volumen, pero da la sensación de que cualquier lector podría leer el Dragón Renacido sin haber leído las dos partes anteriores y lo disfrutaría perfectamente sin perderse nada. Sin embargo para los que van leyendo la saga libro a libro a estas alturas tienen ya una perspectiva completa de un mundo complejísimo y vivo poblado por personas reales involucradas en un conflicto de carácter épico del que al lector le resulta difícil escapar. 



El Dragón Renacido ha sido editado por Minotauro en rústica con solapas y 688 páginas a un precio de 19,95€


Comentarios

Anónimo ha dicho que…

Un libro importante de la saga, marca el camino que seguirán los libros desde la caida de la ciudadela.
Dr. Ender ha dicho que…
Tiene esa pinta la verdad. No sé cómo seguirá la historia pero respecto a los personajes, a partir de este libro, se va advirtiendo el camino que tomará cada uno.