La Gran Cacería subsana dos de las principales faltas que tenía El Ojo del Mundo, a saber, su tremendo parecido con El Señor de los Anillos, y un ritmo bastante irregular con extensos pasajes descriptivos en los que ni avanzaba la trama ni crecía la narración con escenas de acción esparcidas de forma un tanto aleatoria. Toma pues todo lo bueno que tenía el primer libro y lo mejora sustancialmente llevando a la saga directamente a los primeros puestos de la narrativa fantástica.
Originalmente la historia que se cuenta en El Ojo del Tiempo y en La Gran Cacería iba a formar un único libro, pero ante la extensión del mismo, Jordan tuvo que reajustarlo en dos novelas separadas. Quizá esto sirva para explicar en cierto modo el ritmo irregular del primero y el parecido de los primeros capítulos del segundo con su predecesor. Es cierto que, salvando el prólogo (los prólogos de ambos libros son maravillosos) los primeros capítulos de La Gran Cacería se parecen más a El Ojo del Mundo que al resto del libro al que pertenecen. La narración continua poco tiempo después de la finalización de la primera parte y en el mismo escenario, y la historia tarda algunos capítulos en arrancar, pero cuando lo hace comienza a coger velocidad y ya no para de crecer hasta su espectacular desenlace. Las últimas 100 páginas son grandiosas.
“—Rand, nunca le contaré a nadie lo…, lo tuyo. No te traicionaré. ¡Debes creerme! –Tenía un aspecto mucho peor que el habitual, el cual Rand atribuyó en gran parte al mierdo.”
Igual que ocurre con El Ojo del Tiempo, La Gran Cacería tiene entidad propia pese a ser una pieza más de esta colosal saga. El centro de la historia es el Cuerno de Valere, un objeto mágico perdido hace largo tiempo y protagonista de leyendas y mitos desde épocas antiguas. De él se dice que tiene el poder de despertar de la muerte a los héroes de leyenda para formar parte de la Ultima Batalla contra la Sombra. El Cuerno ha sido encontrado y por tanto la Gran Cacería ha comenzado, héroes y vilanos de todas partes del mundo buscan el Cuerno para sus propios fines, entre ellos nuestros protagonistas que además tienen una motivación personal, pues junto al Cuerno se encuentra una daga que puede salvar la vida de uno de ellos.
Jordan es un escritor que se toma su tiempo a la hora de narrar, y esto se aplica tanto a la historia como a los personajes. Es en esta segunda novela cuando los personajes alcanzan nuevos niveles de desarrollo del que carecían en la primera parte. La identidad personal, y la lucha por la libertad individual es uno de los temas que se repiten a lo largo de las casi 700 páginas del libro y es el gancho que utiliza Jordan para relatar los conflictos internos de los personajes y su evolución a lo largo de la aventura. Los cinco jóvenes que partieron inocentes de Dos Ríos al comienzo de la saga ven como sus pasos les acercan inexorablemente a un futuro que no es el que ansiaban, incapaces de escapar a un destino que parece estar ya marcado (¿la Rueda? Es lo que tiene ser ta’veren). Rand como salvador/destructor del mundo, Perrin comenzando a hacer uso de su verdadera naturaleza que le fue revelada en el libro anterior, Mat vinculado irremediablemente a la daga para salvar su vida y Egwene y Nynaeve quedando atrapadas en los hilos de las Aes Sedai aunque no de la forma en que ellas pretendían. La aceptación de ese desino aún sin saber todavía en qué cristalizará es parte importante de lo que se cuenta en este libro.
“—La Rueda del Tiempo ajusta nuestros hilos al Entramado según su voluntad –sentención Verin, mirando los pergaminos--, pero a veces nos proporciona lo que precisamos antes de que nosotros seamos conscientes de la necesidad.”
Uno de los conceptos más refrescantes de la saga es precisamente todo lo referente al protagonista. Cientos de veces hemos leído el arquetipo del héroe que ha de salvar el mundo pese a sí mismo y lucha contra su propio destino, pero aquí el arquetipo adquiere un giro inesperado en tanto que además de salvarlo ha de destruirlo. Es este un concepto no del todo desarrollado a estas alturas de la saga pero que aporta toda una faceta nueva al personaje y a su relación con el mundo y personajes que le rodean. ¿Quién querría salvar el mundo si con ello ha de desmembrarlo y asesinar a todos aquellos a los que quiere?
Jordan no hace ninguna concesión al lector a la hora de explicar nada. En ningún momento detiene la narración para esclarecer lo que está ocurriendo ni introduce escenas de acción injustificadas para mantener la atención. Ubica cada elemento dónde naturalmente debe estar y espera que el lector se involucre en la historia, que viva en el mundo que está presentando y vea suceder los acontecimientos como un personaje más. Es posible que durante un largo periodo parezca que nada sustancioso tiene lugar, pero así es cómo suceden las cosas en la vida real. El atractivo de estos pasajes, y de toda la novela sea dicho de paso, está en disfrutar del camino, perderse en las ciudades y aldeas por las que los protagonistas pasan, asombrarse de las enseñanzas de las Aes Sedai o intrigarse por los incontables elementos fantásticos que podemos encontrar a lo largo del mundo de la Rueda. Este quizás sea además el punto de corte entre quienes se enamoran de esta saga y quienes la abandonan. Eso sí, quienes continúen a bordo se verán recompensados, pues especialmente en este libro todos estos detalles que hemos ido absorbiendo poco a poco, cada palabra, cada personaje secundario, encuentran su lugar en el desenlace de la historia. Si algo se aprende leyendo la Rueda del Tiempo es que, pese a lo descriptivo de la narración de Jordan, nada aparece en la página sin necesidad.
Hasta que uno no se para a pensar es difícil darse cuenta de la cantidad de conceptos nuevos que son introducidos en esta segunda novela. Nuevos elementos mágicos, personajes, ciudades, localizaciones, leyendas… Como con todo, Jordan no da tregua, no se detiene a explicar ninguno de estos nuevos elementos sino que hace que sus personajes los nombren o hablen de ellos con la naturalidad con la que cualquiera de nosotros hablaría de los horarios del autobús. No es sino después de escuchar a varios personajes en diferentes momentos hablar sobre algo cuando uno comienza a entender el verdadero alcance del concepto o siquiera su significado. Esta extensísima mitología es posiblemente uno de los puntos fuertes de la saga pues además, gracias a la propia idiosincrasia de La Rueda del Tiempo, la historia no abarca solo el presente sino también el pasado y el futuro, e incluso una suerte de realidades paralelas de las que de momento poco se sabe. Esto hace que no sea fácil predecir algunos de los eventos que suceden en la novela, manteniendo al lector constantemente atrapado al final de cada capítulo. Y lo mismo se aplica a la saga en su conjunto, cuanto más se amplía su mitología, más posibilidades aparecen frente al lector. El escenario es pues virtualmente infinito como lo son los posibles caminos que la saga puede tomar en futuras entregas.
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