Jupiter's Legacy. Mark Millar, Frank Quitely.




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Mark Millar, el autopromocionado enfant terrible del cómic, el hombre que mejor se vende de la industria con el permiso de Stan Lee, el escritor responsable de algunos de los mayores éxitos de la historia de Marvel ComicsCivil War, The ultimates, El viejo Logan—, siempre ha sido conocido por escribir obras cortas cuando no está trabajando para una gran editorial. Series de cuatro o seis números con una idea argumental impactante, plasmada en viñetas con espectacularidad por los mejores dibujantes de la industria y con un estilo irreverente y deslenguado marca de la casa. Jupiter’s Legacy es posiblemente la obra más larga que ha afrontado en su carrera independiente. Repasemos: 10 números en dos volúmenes de la serie original, 12 números en otros dos volúmenes de la precuela, Jupiter’s Circle —que ahora se reedita con el mismo nombre que su hermana mayor como parte de la misma serie— y 12 números más de Jupiter’s Legacy: Requiem, la secuela cuyo primer número verá la luz el próximo 16 de junio con el arte de Tommy Lee Edwards. 34 números en total para una historia de superhéroes generacional que supone uno de los mejores trabajos de su escritor. 

Millar siempre ha estado interesado en el efecto que los superhéroes tendrían en la sociedad si existieran en el mundo real. Sus cómics siempre han tenido la etiqueta de “realistas”, con todas las comillas que pueden ponérsele a este concepto, y no pocas veces ha explorado las consecuencias políticas, sociales, culturales de la existencia de estos seres en el mundo. En Jupiter’s Legacy se permite ir un paso más allá, al abarcar más de cien años de historia del mundo. La serie explora el efecto de la existencia de superhombres en el mundo desde dos puntos de vista complementarios. Por un lado, el efecto que tendrían en el mundo y la sociedad. Qué ocurriría con las guerras si existiesen seres capaces de ponerles fin con un chasquido de dedos, ¿deberían hacerlo? ¿Deberían los seres más poderosos del planeta tomar partido en la política nacional y mundial e imponer sus ideas? Preguntas como estas, ya exploradas por Millar en otras obras son las que también sobrevuelan estas páginas. Pero por otro lado, y quizás aquí esté lo más interesante de la historia, Millar estudia qué efecto tiene la existencia de estos seres superiores en ellos mismos y sus familias, en su propia comunidad. Existe una primera generación de héroes que se esforzaron por obtener sus poderes, que lucharon por dominarlos e inventaron literalmente el concepto de superhéroe en el mundo. Ellos han mantenido viva la llama del heroísmo en el mundo durante decenas de años. Pero luego existe una segunda generación formada por sus descendientes. Jóvenes que ya desde su nacimiento tienen poderes inimaginables, dinero y fama. Jóvenes que sienten la presión de estar a la altura de sus padres pero que son tratados por la sociedad como auténticas estrellas del rock, que nunca han tenido que esforzarse por nada, pero tienen el poder de hacer volar un enorme carguero solo con el pensamiento. El enfrentamiento generacional está asegurado. Estas dos vertientes de la historia, los superhéroes hacia el mundo, y los superhéroes dentro de su propia comunidad se entrecruzan a lo largo de todo el cómic y permiten a Millar desarrollar sus efectos a través de los años. 

Millar escribe una historia de superhéroes adulta quizás demasiado centrada en la acción y los momentos impactantes, pero que sin duda se ve elevada hasta el infinito gracias al dibujante y cocreador de la serie Frank Quitely, para quien escribe, posiblemente el mejor dibujante de la industria. Quitely con su particular estilo, de una sensualidad perturbadora pero con un trazo agresivo y detallado hace un trabajo soberbio —algo que sin duda le permite el trabajar por cuenta propia en lugar de ceñirse al calendario de una gran editorial—. Dibuja con aparente facilidad escenas complejísimas y es capaz de detallar hasta niveles enfermizos una cara en un gesto concreto a la vez que dibujar una escena espectacular con varios superhéroes en una batalla épica. Millar y Quitely juegan muy bien sus cartas y saben en qué momento colocar una de las espectaculares splash pages del dibujante para causar el máximo impacto, conformando algunas de las escenas más memorables del cómic en las últimas décadas. Páginas que uno puede quedarse embobado mirando durante minutos enteros. Quizás, y por raro que suene decirlo, el maravilloso arte de Quitely juegue en contra del trabajo de Millar. Uno termina de leer Jupiter’s Legacy y no puede quitarse de la cabeza el trabajo del dibujante y algunas de sus viñetas durante días, y puede parecer —como sí ha ocurrido en otros trabajos del escritor— que el cómic no tenga verdadero interés más allá del arte. Pero nada más lejos de la realidad, Jupiter’s Legacy es uno de esos cómics perfectamente equilibrado donde tanto el guión como el dibujo están al mismo nivel, un cómic llevado a cabo por dos profesionales en el mejor momento de sus carreras.





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