La Isla del Tesoro. Robert Louis Stevenson


Quién no ha soñado de niño ser un vaquero en el lejano oeste y enfrentarse con los indios atrincherado en una caravana derribada. O aventurero espacial viajando de planeta en planeta y encontrándose con razas alienígeneas a cada cual más extraordinaria. O quizá viajar en un barco pirata, surcando los anchos mares en busca de un tesoro escondido. Quienes hayan soñado con esta última opción posiblemente se lo deban a La Isla del Tesoro de Robert Louis Stevenson, posiblemente el libro de aventuras juvenil por antonomasia. 

Publicado en 1883 ha cautivado durante décadas a generación tras generación de lectores jóvenes y adultos y ha inspirado y en gran parte creado gran parte de la mitología que actualmente se asocia a las historias de piratas. El marino con pata de palo, el cofre de un pirata muerto, el mapa de una isla con el tesoro enterrado, los piratas borrachos de ron y sus canciones, el loro sobre el hombro… muchos de estos elementos que ahora asociamos a determinadas historias con naturalidad gracias a verlos repetidos en decenas de libros, películas o juegos los debemos a La Isla del Tesoro.

La Isla del Tesoro es una novela que se devora a grandes bocados. La acción no decae en ningún momento y capítulo tras capítulo no paran de sucederles aventuras emocionantes a sus protagonistas. Comenzando por la aparición de un misterioso mapa de una isla lejana con una x marcada en él y pasando por motines, enfrentamientos a espadas, huídas desesperadas, naufragios, abordajes, defensas desesperadas y mil peripecias más. Pero bajo el disfraz de aventura inocente lo que Stevenson realmente narra es la transformación de un niño en un hombre, lo que ahora conocemos como adolescencia. El protagonista Jim Hawkings es apenas un niño cuando comienza la novela, ayuda a sus padres en la posada que regentan y se deleita con las historias que le cuentan los visitantes de la misma. Pero quien retorna de la aventura al finalizar la historia es un Jim Hawkings muy diferente. No solo vivirá numerosas aventuras, sino que cada una de ellas le aportará una lección de vida. Durante el periodo que dura la aventura, Jim conocerá nuevos amigos, se rebelará contra ellos traicionando su confianza, se enfrentará a hombres malvados y a otros que no lo son tanto, aprenderá a engañar a hombres menos inteligentes que él, sentirá el rechazo de sus amigos y encontrará el apoyo de sus enemigos, descubrirá el valor de la palabra dada, aunque sea a alguien sin ella, conocerá la muerte, la traición y el perdón. En definitiva madurará.

"Una vez acorralado, y con nueve o diez pulgadas de aquella daga dentro de mi cuerpo, podría decir que habían concluido mis aventuras en este lado de la eternidad."

Durante toda la novela Jim se balanceará entre diferentes modelos morales buscando no un tesoro, sino su propio camino en el mundo. Al comienzo de la historia fallecerá su padre y, desde ese momento, distintas figuras paternas irán llenando el espacio dejado. El doctor Livesey, ejemplar perfecto de éxito social, con estudios, carrera y unos modales impecables, Long John Silver, pirata redomado, mentiroso irredento y un orador de primera, o incluso podríamos añadir a Israel Hands el engañoso bucanero que le enseñará a navegar y, en cierto modo, a matar. Aunque es principalmente el enfrentamiento moral entre lo que se supone que es bueno y lo que se supone que es malo el que mueve la aventura. Lo correcto y lo virtuoso ejemplarizado por el Doctor y lo libertino y rebelde encarnado por Silver. Mostrado no solo en sus acciones, sino en su forma de vestir o incluso de hablar. Será entre estos dos extremos entre los que se mueva Jim durante toda la aventura descubriendo quizás el punto gris intermedio entre ambos y que en cierto modo ambas figura ya representaban. 

La novela está escrita desde la óptica de 1883 y con la moral de la época además de orientada a un público juvenil. Deja patentes pues las ventajas de una buena educación o las penurias que acarrea el alcohol sobre los hombres por poner solo unos ejemplos. En La Isla del Tesoro cada cual se lleva lo que merece. Los héroes, rectos e íntegros acaban con el tesoro y en casa y los piratas violentos y pendencieros acaban muertos o abandonados a su suerte en pésimas condiciones. La excepción aquí la marca Long John Silver, el personaje más emblemático de la novela y también el más ambiguo, y que se obtiene en consecuencia un final equidistante de ambos extremos. Pero no nos engañemos, La Isla del Tesoro es una novela juvenil, y todos estos factores se ven atenuados por altas dosis de aventura y misterio. El libro no abunda en lo negativo y pasa de puntillas por muchos de estos temas, como sin ir más lejos los sentimientos de Jim tras el fallecimiento de su padre o las varias muertes que hay durante el relato y que parecen no afectar en exceso a protagonista. 

"¿Quién es ese?", dice uno. "¿Ese? ¿y lo preguntas? Pues es John Silver; yo lo conocí muy bien", le contesta el otro.

Pero si algo destaca especialmente en la novela es el uso que Stevenson hace del lenguaje, potenciando sobremanera la sensación de aventura que el joven Jim debe sentir en cada momento. Cada personaje habla con un tono y un vocabulario diferentes que da una voz especial a cada uno de ellos según sea su origen o trasfondo. No habla igual el propio Jim que el Doctor, ni mucho menos igual que Silver. De hecho nadie habla igual que Silver con su maravillosa mezcla de lenguaje culto con jerga marinera y florituras varias. Da gusto detenerse en cualquier diálogo del que forme parte y leer las reacciones de los demás personajes a sus discursos, especialmente las del resto de piratas, todos incultos que apenas se enteran la mitad de las veces de la mitad de lo que está diciendo. 

La Isla del Tesoro es, en resumen, una novela magnífica con un ritmo envidiable. Llena de acción y aventura puede ser leída y disfrutada por cualquier persona sea cual sea su edad. Asombra ver cómo un libro que se escribió hace casi 140 años permanece tan fresco y tan disfrutable hoy en día. Mención merece la edición actual dentro de la línea Austral Intrépida con una portada maravillosa y evocadora, como todas las de la línea, a cargo de Birgit Palma


Comentarios