El pasajero / Stella maris. Cormac McCarthy. Reseña

Dieciséis años después de la monumental La carretera Cormac McCarthy, ahora con 89 años, vuelve al mercado con dos novelas que son una, o una novela que son dos. El pasajero y Stella Maris, dos caras de una misma moneda en las que el ermitaño escritor comenzó a trabajar en los años ochenta y con las que vuelve a coronarse como uno de los maestros indiscutibles de la novela contemporánea. 

En El pasajero, Bobby Western, un buzo de rescate que trabaja en el golfo de Méjico a comienzos de la década de los 80, participa en el rescate de un pequeño avión de pasajeros hundido tras un accidente. Nadie se ha sumergido antes de que lo haga su equipo y el avión está intacto, pero aún así falta un pasajero. Esto originará que unos hombres desconocidos comiencen a acosarle y perseguirle por lo que sabe, por lo que no sabe y por lo que no sabe que sabe. 

Este párrafo podría ser la sinopsis de El pasajero. 

Este párrafo debería obviarse inmediatamente. 

Pues aunque es efectivamente el comienzo de la novela, poco tienen que ver las 620 páginas de esta inmensidad literaria con ello. 

"El perdón tiene un marco temporal. por el contrario, nunca es demasiado tarde para la venganza."

El protagonista es acorralado de forma inexorable, pero no son sus perseguidores quienes lo hacen sino el peso de su propia historia, cargada de elecciones y errores, de sentimientos demasiado profundos como para dejarlos emerger con libertad. El pasajero desaparecido es solo la excusa dramática para profundizar en la vida del protagonista y en las inquietudes del escritor. Se trata de una trama tangencial que se sumerge y vuelve a emerger a lo largo de la novela como agua subterránea. 

Cuando el thriller asoma a la vuelta de la página, McCarthy lo esquiva hábilmente. Está mucho más allá de eso. En El pasajero mezcla géneros con destreza. Comienza siendo un thriller pero acaba siendo una novela existencialista. Roza el fantástico de forma sutil y abraza la intriga cuando le conviene. Se trata de una novela de cimientos clásicos pero de construcción moderna que podría sorprender viniendo de un escritor de su edad si no supiésemos de quién estamos hablando. 

Al fin y al cabo, quién es el pasajero al que se refiere el título, la persona desaparecida del avión o el propio Western, arrastrado por las circunstancias de una vida a la que no termina de coger el timón. 

"La pena es de lo que está hecha la vida. Una vida sin pena ni congoja no es vida ni es nada."

El pasajero es una novela construida en torno al diálogo. Un diálogo directo sin concesiones ni signos de puntuación, con un ritmo ejemplar que confiesa sus secretos página tras página arrinconando el texto descriptivo a la mínima expresión. 

Toda la personalidad e historia de Western se revela a través de conversaciones con amigos y conocidos con los que va interactuando. Charlas densas sobre mecánica cuántica —Western es físico e hijo de uno de los creadores de la bomba atómica—, sobre filosofía o sobre el sentido de la vida. Encuentros a menudo alrededor de unas cervezas o un plato de pasta. Con una cotidianeidad que contrasta con la hondura de su contenido. 

Así se nos da a conocer a Alice, la hermana del protagonista, fallecida para el momento en que comienza la novela afectada de esquizofrenia paranoide. Una persona tremendamente inteligente que marcó de forma perenne la vida de Western. 

Y esto lleva a su vez Stella Maris, en la que la forma dialogada que cimenta a El pasajero es llevada hasta su última expresión. Esta segunda novela está compuesta única y enteramente por conversaciones grabadas de Alice con su terapeuta en el psiquiátrico que da nombre al relato. 

Aquí la narración tradicional queda totalmente diluida entre el diálogo y sus casi doscientas páginas están plagadas de reflexiones sobre matemáticas, música, lenguaje y muerte. Temas que podría uno pensar fueran de digestión difícil, pero que a través de la prosa de McCarthy calan con sencillez. Es su forma de escribirlo, el enfrentamiento dialéctico entre los personajes, la forma en que hace avanzar la historia vital de Alice, desentramándola poco a poco, entremezclando largas digresiones sobre teoría de las matemáticas con preguntas y respuestas que dicen más de lo que dejan transpirar. Sin repetirse, haciendo siempre la conversación fascinante. 

"En aquel fantasmagórico florecer micoidal del amanecer como un loto maligno y en el derretirse de sólidos hasta entonces creídos incapaces de tal derretimiento se erguía una verdad que silenciaría toda poesía durante un millar de años."

Existe cierta pérdida de significado en la edición en España de ambas novelas juntas en un mismo volumen. En su formato original se publicaron con algo más de un mes de diferencia, tiempo justo como para leerlas una tras otra pero suficiente como para poseer entidades diferentes entre sí. Aunque ciertamente son dos extremos de un mismo camino, al tenerlas juntas, uno espera completar una con la otra. Y esto es acertado. Pero McCarthy va más allá. Stella Maris no es otro punto de vista de la historia de El pasajero —ocurren de hecho en momentos temporales diferentes—. Es más bien una visión diferente y complementaria de la vida misma. Juntas, forman una perspectiva caleidoscópica y de alguna manera unitaria sobre la vida, el amor, el desamor, las elecciones y caminos, la historia. Conviene no olvidar que, aunque partes de un mismo todo, se trata de dos novelas independientes. 

El pasajero / Stella maris es una tragedia sostenida en el tiempo, una historia sin final posible. Una historia de amor del tipo más trascendente que existe, aquel que desgarra la carne y excluye al universo de la ecuación, aquel que es insustituible e inalcanzable. Una novela nada apresurada. Una obra exigente pero con enorme recompensa. McCarthy cuenta la historia de unos personajes rotos, que han cometido errores por los que no obtendrán perdón ni reconciliación. Que no saben cuál es su lugar en el mundo y pese a su inteligencia carecen de las herramientas para hallarlo. Tanto Bobby como Alice deambulan por la vida esperando encontrar un futuro imposible. La razón de su existencia es fruto de la casualidad y por tanto sus infortunios quizás carezcan de sentido. Personajes hostigados por pensamientos intensos y repetitivos, por reflexiones vitales angustiosas. Pero el escritor no los juzga. Los muestra con honestidad, tal y como son. 

No se trata de una novela de soluciones sino de preguntas. No es un libro en el que ansiar llegar a una conclusión satisfactoria sino en el que perderse entre palabras cuidadosamente escogidas. Dejarse mecer por la prosa de McCarthy y entrar en este mundo de personajes extrañamente lúcidos que propone. Participar en sus reflexiones sobre el mundo, debatir puntos de vista. Disfrutar del viaje sin esperar un destino. Bobby Western, el buzo de rescate, tiene miedo a las profundidades. Y quizás profundidad es lo que hay tras estas páginas. La profundidad irresoluble del alma humana. 

Pocos son dieciséis años para esperar una obra como esta.  

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