Cartas de Papá Noel. J.R.R. Tolkien. Reseña

No hay duda de que J.R.R. Tolkien era un genio. El profesor tenía un talento único no solo como escritor sino como creador de mundos. El Señor de los Anillos es una obra maestra universal en la que han tenido el placer de perderse generación tras generación de lectores. Poblada por centenares de personajes y profundizando en decenas de temas diferentes, no hay lector en el último medio siglo que no haya encontrado un faceta de la obra con la que sentirse conectado. Fue esta trilogía, cumbre de la literatura fantástica el trabajo que convirtió a Tolkien en el escritor venerado que es hoy en día, pero su obra esconde secretos y sorpresas esperando a quien quiera adentrarse en ella. Una de ellas es Cartas de Papá Noel, un libro mucho más pequeño y humilde pero rebosante de imaginación e ilusión. 

La desproporcionada inventiva que llevó a Tolkien a crear la Tierra Media, multitud de criaturas de todos los tipos e incluso varios idiomas nuevos —no olvidemos que era lingüista de profesión— fue aplicada no solamente al escritorio de trabajo sino también a su vida diaria. La historia de las Cartas de Papá Noel comenzó en 1920 cuando al escritor se le ocurrió enviar una carta a su propio hijo que entonces tenía 3 años haciéndose pasar por Papá Noel. La carta, preciosa en su sencillez es como sigue: 

Casa de Navidad 

Polo Norte 

22 de diciembre, 1920

 Querido John, He oído que has preguntado a papá cómo soy y dónde vivo. Me he dibujado a mí mismo y a mi casa para que lo veas. Guarda el dibujo. Justo ahora estoy saliendo para ir a Oxford con mis juguetes —algunos de ellos son para ti. Espero llegar a tiempo; la nieve está muy espesa en el Polo Norte esta noche. 

Afectuosamente, Papá Noel. 

La carta estaba escrita —a mano por supuesto— con una caligrafía enormemente temblorosa como corresponde a un hombre de elevada edad que vive además en un lugar muy muy frío. Además de la carta en sí, siendo como era Tolkien un gran aficionado al dibujo, adjuntaba dos del propio Papá Noel y de su casa helada en el Polo Norte. Y por si fuera poco el propio sello que venía pegado en el sobre era un sello original diseñado y dibujado por el propio escritor. Su detallismo alcanzaba el punto de llegar a un acuerdo con los encargados del servicio postal del barrio donde residía para que aceptaran enviar sus cartas con un sello no reglamentario y dejarlas en el buzón de su casa. Esta carta fue solo el principio. Uno casi puede imaginarse al pequeño John cargado de ilusión escribiendo una carta en respuesta a Papá Noel y esperando ansioso su contestación. A partir de aquel momento y cada año hasta 1943 Papá Noel escribió de forma regular una o varias cartas al año al domicilio de la familia Tolkien. 

Al principio las misivas están compuestas por unas pocas líneas deseando al niño y a su familia feliz navidad, pero no tardan en aparecer detalles cada vez más numerosos que terminan por crear toda una mitología alrededor del personaje. Uno de los primeros personajes en aparecer es el ayudante de Papá Noel. El Oso Polar, un personaje torpón y divertido al que ocurren mil y una desgracias y que al tener una garra tan grande escribe, como es lógico, con una letra mucho más gruesa y descuidada. El Oso Polar se convierte en un personaje recurrente que apostilla los comentarios de Papá Noel o directamente toma el control de las cartas contando sus aventuras. Pero no es ni mucho menos el único. En 1926 aparece por primera vez el Hombre de la Luna que pasa una noche en casa de Papá Noel y más tarde aparecerán también los Elfos y los Niños de la Nieve, así como Paksu y Volkotukka, los sobrinos del Oso Polar. Gnomos, Trasgos, el Sr. Oso Cavernario o el Sr. Botones, inspector de chimeneas son solo algunos de los variopintos personajes que aparecen en las cartas navideñas con descacharrantes historias que contar. 

No tenemos las cartas que los niños escribían a Papá Noel pero por sus respuestas podemos intuir sus preguntas y su interés por conocer más de aquel loco mundo polar. Tolkien incluía a menudo dibujos en sus cartas presentando a otros personajes o mostrando algunas de las situaciones que narraba en sus textos. Y las propias cartas eran cada vez más largas y complejas. Pronto pasaron de ser unas pocas líneas a unos cuantos folios, escritos por diferentes personajes, cada uno con su propia caligrafía y enmarcadas por multitud de dibujos y garabatos. Los personajes dialogan en las cartas cortándose la escritura unos a otros, o tomando el control de la misiva cuando Papá Noel tenía algo urgente que hacer. Acaban siendo cartas tremendamente dinámicas y divertidas de leer que seguro hicieron las delicias de los hijos del escritor cada navidad. 

Con el paso de los años, las cartas van perdiendo cierta inocencia y dejan entrever la pérdida de la ilusión de sus hijos por la navidad conforme se hacen mayores o la misma realidad que vivía el país, en aquel momento al borde de la Segunda Guerra Mundial. En cierta navidad por ejemplo, Papá Noel se disculpa con los niños por no enviar todo lo que le habían pedido, pues llevaba el trineo lleno de comida y ropa para los millones de niños que pasaban hambre y frío en la época de entreguerras. Si bien es cierto que la realidad logra poco a poco hacerse un hueco en las cartas, la ilusión infantil y el sentido de la fantasía que las caracteriza nunca las abandona. Lejos de la grandiosidad de El Señor de los Anillos, en las Cartas de Papá Noel se percibe al mismo escritor de creatividad desbordante e ilusión infinita, y se aprecia cómo era capaz de enfocar esas mismas cualidades a algo en apariencia tan pequeño como una carta navideña pero que sin embargo acaba siendo tan grande.

Comentarios

Rocío G. Tizón ha dicho que…
Qué gran libro y qué gran imaginación tenía. No conocía tu blog, me quedo de seguidora y te invito a que te pases por el mío si te apetece.
Un abrazo y feliz semana.
Dr. Ender ha dicho que…
Hola Rocío.

Bienvenida a este humilde espacio, espero que disfrutes. Cierto es que Tolkien escribía bien y sobre todo lo que más destaca siempre es su creatividad e imaginación.
Me paso luego por tu blog a echarle un vistazo.
Un abrazo.
Anónimo ha dicho que…
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