Elwood Curtis es un niño negro en la Florida de los años sesenta. Un niño muy inteligente y con un futuro prometedor que solo ha tenido la mala suerte de nacer negro en los Estados Unidos de una época en la que por no ceder el paso en la calle a una dama blanca, un negro podía ir a la cárcel. Elwood, que encuentra en los discursos de Martin Luther King una forma de entender mejor el mundo y a sí mismo, trabaja en un estanco del barrio y sueña con un futuro mejor. En el fondo no deja de ser un joven que se sabe diferente a los demás y que busca un camino en la vida, y esto lo emparenta con cualquier otro joven del mundo independientemente del color de su piel. Por debajo del tema del conflicto racial en los Estados Unidos, que ciertamente es el foco de la novela hay otra capa subyacente que habla de abrirse camino y encontrar el lugar de uno en el mundo, de luchar por lo que uno cree justo, en la que cualquier persona puede verse reflejada. Elwood ve su vida truncada por una fatal casualidad y es enviado a la escuela Nickel donde descubrirá los peores aspectos del ser humano.
Y pensar que en la Nickel, por la noche, no se oía otra cosa que llanto e insectos; cómo podías dormir en un dormitorio con sesenta chicos más y aún así comprenderque estabas solo en este mundo.
Whitehead no pretende engañar al lector, excepto cierto giro de la trama hacia el final de la novela, el resto es bastante claro en cuanto a sus intenciones. En una inteligente decisión, comienza la novela en tiempo presente, mientras unos estudiantes de arqueología desentierran huesos de niños en los terrenos de la Nickel. Para cuando Elwood es enviado al lugar, el niño no sabe a dónde lo están enviando, pero el lector ya conoce los detalles y está temiendo por su futuro. La novela alterna entre tiempo pasado y presente, sabemos que Elwood logrará salir de la escuela, pero no cómo ni qué secuelas le dejará el camino. A este respecto mientras que las partes en pasado son más descriptivas de lo que sucede en la escuela, los capítulos del presente son más introspectivos y permiten entrever las secuelas que el paso por la Nickel dejó en el cuerpo y en el alma a quienes estuvieron ahí. Las marcas físicas se curan con el tiempo, pero la sensación de indefensión y de inferioridad, el sentimiento de ser una presa en un mundo amplio y salvaje no desaparecen nunca.
Un grillo que había debajo de la casa empezó a alborotar. Bien podrían haberle cobrado un alquiler, tanto era el tiempo que llevaba ahí metido. Elwood levantó la vista del libro de ciencias naturales y dijo: “Vale”.
Los chicos de la Nickel es una novela oscura no especialmente optimista respecto al alma humana. La maldad son las personas, dice. Puedes cambiar las leyes pero no puedes cambiar a las personas. Pero al mismo tiempo cuenta la historia de Elwood y de su amigo Turner, y de cómo sobreviven a la vida más dura imaginable. De cómo un corazón bueno y un alma justa son capaces de enfrentarse a un mundo y sobrevivir e incluso ganar unas cuantas victorias por el camino. La figura de Martin Luther King sobrevuela toda la novela y la lucha por la justicia, no como una ley universal para todos los hombres sino como algo que uno cree firmemente que es lo correcto es el motor de la novela. Los chicos de la Nickel es una novela de perdedores, de maratonianos del final de la carrera. De “los que cruzan la línea de meta por las buenas o por las malas, sus pies convertidos en una pulpa sanguinolenta dentro de las Nike”. Es una novela oscura, sí, pero también tiene un optimismo resistente. Resistente contra la injusticia, contra el dolor y las ofensas, contra las peores cartas que te puede dar la vida. Colson Whitehead da una clase de historia, relatando uno de tantos periodos negros de nuestro pasado y sucesos que ocurrieron no hace tanto tiempo, pero sobre todo ofrece un estudio del alma humana y muestra hasta dónde puede llegar un hombre con voluntad.
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