Azul y Pálido. Sensibilidad humana



Ya el otro día pudisteis leer mi reseña en verso de Azul y Pálido, el nuevo y primer tebeo (o Novela Gráfica como a él mismo le gusta llamarlo) de Pablo Ríos publicado por Entrecomics Comics. Aquellos sonetos nacieron de una especie de apuesta insana pero, a pesar de lo bien que me lo pasé escribiéndolos, me quedaron algunas cosas por decir. 

Azul y Pálido es algo más que un tebeo sobre marcianos, es una historia humana. Ríos nos cuenta los testimonios de personas que han vivido una experiencia con seres de otros planetas pero, a pesar del tono casi documental de la obra, se esmera en dejar un poso humano en cada historia. No solo no leemos lo sucedido en cada caso como una mera sucesión de datos sino que llegamos a empatizar con los diversos personajes. Esto es así porque Ríos se esfuerza en no juzgar a las personas que retrata (aunque en alguna ocasión deje caer cierta mordacidad en algún relato) sino que narra sus declaraciones como si de entrevistas se tratase, dando a veces más importancia a cómo y a quién cuenta la historia que a qué historia se cuenta.


La asepsia en la que podía haber caído una historia como esta se ve desechada, además de por el lado humano ya comentado, por la huída por parte de Ríos de una estructura capitular simétrica y ordenada. Cada episodio tiene una duración diferente  y unas características definitorias propias. Desde las expansivas 12 páginas del capítulo quinto hasta las comedidas dos páginas del capítulo tercero, mi favorito sin duda, en el que con tan solo 18 viñetas nos cuenta una historia humana y universal con más connotaciones de las que parecen a simple vista. Es éste uno de los puntos reincidentes en Azul y Pálido: más importante que lo que se cuenta en la página es lo que no se cuenta, lo que se entrevé, lo que se intuye. Y una de las cosas que se intuye es la propia visión de Ríos del mundo y del ser humano como especie. Lejos de establecer una cátedra sobre la existencia o no existencia de vida extraterrestre en el universo, Azul y Pálido muestra un ser humano en ocasiones débil, crédulo, necesitado, pero también uno comprometido, pacifista, preocupado por el futuro. Al fin y al cabo lo importante no es haber visto a un ser verde de ojos saltones sino lo que eso ha supuesto para la vida del que lo ha visto, y lo que éste le ha trasmitido a los demás.

Si una palabra puede definir Azul y Pálido es equilibrio. Equilibrio en la elección de las historias a contar, equilibrio en el tono en el que se cuentan esas historias, equilibrio en la página, en la composición de las viñetas. Casi la totalidad de las páginas del tebeo están realizadas con un clásico diseño de 9 viñetas iguales con las que Ríos juega certeramente, armonizando la página cuando esta lo requiere o desequilibrándola cuando el guión así lo pide. Y el tebeo en su conjunto queda también perfectamente armonizado al comenzar y acabar con Carl Sagan, el erudito estudioso de la vida extraterrestre, en dos capítulos, especialmente el último, que demuestran una calidad de guión que, junto al impecable acabado de algunas páginas, hacen desear ver el siguiente trabajo de Ríos; según he leído por ahí, una historia sobre fútbol en base a un guión ajeno.

No hace falta ser un aficionado a la ufología para disfrutar de Azul y Pálido ni es necesario conocer los casos que en él aparecen para entenderlo. Solo se necesita tener cierta sensibilidad. Sensibilidad humana. Como la que destila Azul y Pálido.

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