El día de los trífidos. John Wyndham

En El día de los trífidos, Bill despierta en un hospital para descubrir que el mundo se ha ido al garete mientras dormía. La práctica totalidad de la raza humana se ha quedado ciega de la noche a la mañana debido a un evento celeste y vagan indefensos por un mundo que ha pasado a convertirse en una amenaza. La fortuna hará que Bill se encuentre con Josella, una de las pocas personas que todavía ve y juntos emprenderán el viaje para salir adelante. Visto desde los ojos de hoy en día este argumento puede resultar conocido. Sin ir más lejos, si cambiamos la ceguera por los zombis la historia del hombre que despierta en el hospital para descubrir que el mundo que conocía ya no existe es la premisa con la que comienza la popular serie de cómics The Walking Dead, y como esta, tantas otras series, películas o novelas. Pero si tienen este parecido es porque todas ellas tomaron su inspiración en la novela de John Wyndham. Tan potente es la premisa de El día de los trífidos que si bien no inventó un género, sí lo popularizó hasta el punto de ser imitado cientos de veces en los años posteriores. Todos los tropos que conocemos de la novela postapocalíptica están aquí, los grupos sociales con visiones moralmente diferenciadas, la reflexión sobre los errores de la humanidad, el elemento externo que supone amenaza para los protagonistas (en este caso los trífidos), y la maldad humana que a menudo es más peligrosa que la amenaza externa. 

Pero pese a ser una novela escrita en 1951, la novela mantiene hoy en día toda su vigencia. El día de los trífidos es hija de su época, de eso no hay duda. Los temores de la sociedad de posguerra están presentes en la novela. Miedos como la escalada armamentística o la manipulación genética descontrolada son algunos de los temas que de forma más o menos clara salpican toda la historia. Pero lo que más sorprende no es que hable de todos estos temas que, al fin y al cabo, son los temas que preocupaban a la sociedad del momento, sino la increíble agudeza con que lo hace. Wyndham demuestra un entendimiento profundo de las dinámicas sociales e incluso políticas del momento y de los efectos que lo que estaba ocurriendo podían tener en la sociedad, algo complejo para alguien que carece de la distancia temporal adecuada para evaluarlos.

"Fue algún tiempo después cuando el primer trífido tiró de sus raíces y echó a andar."

Lo mismo ocurre con los debates morales que abundan en la novela. La decisión de Wyndham de narrar la novela en primera persona resulta ser de lo más acertado al utilizar al personaje de Bill como medio para provocar la reflexión en el lector. Ante los distintos debates morales que se le plantean a lo largo de la historia Bill carece a menudo de respuesta. No es un héroe que sabe qué hacer en cada momento sino que está constantemente dudando de las decisiones que toma, planteándose las diferentes propuestas que se presentan ante él. De esta manera Wyndham incita al lector a reflexionar junto a su protagonista en lugar de indicarle una dirección única. Bill va pasando por varios grupos que se han ido formando en los alrededores de Londres tras el desastre y a través de sus ojos el lector obtiene diferentes perspectivas, cada una en un punto diferente de la brújula moral y ninguna de ellas correcta o equivocada per se. 

Y por último están los trífidos. ¿Acaso no son estas plantas ambulantes las protagonistas de una novela que lleva su nombre? Pues la verdad es que no. O al menos no del todo. En muchas historias postapocalípticas el enemigo externo -pensemos de nuevo en el caso de los zombis- cumple dos funciones claras. La primera de catalizador, provoca el desgarro de la sociedad tal y como la conocemos y da pie al origen de la historia. La segunda es el combustible que alimenta la historia y hace avanzar a los personajes literal y figuradamente. Las plantas conscientes obtenidas mediante la manipulación genética que conocemos como trífidos carecen de la primera función. Estas plantas ambulantes y con una suerte de conciencia colectiva ya existían en el mundo años antes de que tuviera lugar la catástrofe que da lugar a la novela, y nada tienen que ver con ella. Bill lleva años trabajando en granjas de trífidos y la humanidad está acostumbrada a convivir con ellos. No son una amenaza. De hecho durante buena parte de la novela apenas son algo más que un extravagante añadido al trasfondo de la historia. Al fin y al cabo no dejan de ser plantas que se mueven a trompicones y de las que no resulta excesivamente difícil huir. Pero poco a poco, conforme la humanidad va perdiendo su hegemonía, los trífidos se van convirtiendo en otra cosa. Lenta, silenciosamente van adquiriendo una gravedad mayor y para el final de la novela ya son por pleno derecho una amenaza real para los protagonistas y para la humanidad. 

"Tenía que ocurrir en algún momento. Pensar que una especie va a dominar eternamente es contrario a la naturaleza"

Al final, El día de los trífidos tiene un tono de desesperanza por un pasado que ya no volverá y por un futuro que no será nada fácil. Refleja a la perfección las emociones de la época en que fue escrita y tiene algunos momentos de violencia contenida, siempre narrada con un hieratismo muy inglés que provoca más angustia que rechazo. Resulta ser una novela esencial en la historia de la ciencia ficción e imprescindible para comprender muchas otras que vinieron en años posteriores. Y pese a haber sido escrita hace más de sesenta años continúa perfectamente vigente y ofrece una lectura tremendamente adictiva.


El día de los trífidos ha sido editado en España por Alianza editorial, dentro del sello Runas en tapa blanda con solapas, con 264 páginas y un precio de 21.50€. Puede encontrarse aquí

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