"No existe, realmente, el Arte. Tan sólo hay artistas. Éstos eran en otros tiempos hombres que cogían tierra coloreada y dibujaban toscamente las formas de un bisonte sobre las paredes de una cueva; hoy, compran sus colores y trazan carteles para las estaciones del metro."
La preocupación de Gombrich a lo largo de todo el libro es hacer entender de la forma más clara y amena posible la concepción del arte que tenía el hombre en cada periodo histórico. La historia del arte y sus corrientes no es una historia lineal llena de hitos que deben ser superados para comenzar la siguiente etapa. El Barroco no surgió al día siguiente de la desaparición del Gótico y Velázquez no tenía la visión global que ahora poseemos y que lo ubica fácilmente en la historia como influenciado e influyente. Gombrich indaga en las razones que llevaron a cada artista a hacer lo que hizo, enmarcando sus acciones y por tanto su obras dentro de una época y contexto concreto y relacionándolas con las que vinieron antes y las que vendrían después. Según él, para apreciar una obra no es tan necesario conocer sus valores técnicos como conocer el contexto en que nació, de dónde venía el artista que la realizó y qué le indujo a llevarla a cabo. Quizás fuese un encargo, o una forma de rebelarse contra la sociedad que le tocó vivir, o puede que fuera sencillamente el criterio funcional el único que el artista tuvo en mente en el momento de la creación. Es por tanto necesario conocer el contexto de una obra para ser capaz de desentrañar sus secretos. Desde este punto de vista se hace difícil valorar una obra como mejor o peor que otra y se aprende a valorarla por su propia significación más que por comparación.
"La historia del arte no una historia del progreso de los perfeccionamientos técnicos, sino una historia del cambio de ideas y exigencias."
Conforme avanza con su historia que va ilustrando con fotografías de las obras que menciona en el texto, Gombrich va saltando regularmente hacia atrás y hacia delante, recordando obras que ha enseñado anteriormente y volviendo a ponerlas en contexto a la luz de los nuevos conceptos abordados. Da así como resultado una visión orgánica de la historia del arte que queda lejos de las corrientes estancas que podemos leer en otros manuales. Prueba de ello la tenemos sin ir más lejos en la relación de capítulos del libro que, lejos de estructurarse según corrientes artísticas lo hace por criterios temporales y geográficos dando lugar a evocadores títulos que reflejan mucho mejor el espíritu de la obra como: “Arte para la eternidad”, “Conquistadores del mundo”, “El espejo de la naturaleza” o “Revolución permanente”.
Gombrich nos enseña que no existe motivo ilícito entre quienes gustan de una obra de arte, pero sí existen razones equivocadas entre quienes no les gusta. El objetivo de este libro es enseñar al lector a huir de esos reproches y manías, alejarnos de ideas preconcebidas y acceder al arte con la mente abierta. Gombrich se aleja del arte con mayúsculas y nos invita a apreciar el arte de forma sincera y humilde, alejándonos de ideas y esnobismos para acercarnos a la obra con la mirada limpia y el corazón abierto.
"Es muy posible que un cuadro que no contenga más que dos rectángulos pueda causarle a su autor más inquietudes que las que le produjo a un artista del pasado pintar una madona."
La última actualización de este libro fue en 1994. No puede esperar por tanto el lector encontrar aquí las últimas tendencias en arte, pues en cualquier caso tampoco fue este nunca su objetivo. Pero que esto no sea motivo para alejar al lector de esta obra pues como el propio autor recalca la historia del arte es al fin y al cabo solo eso, historia. Y esta está formada por los artistas que pasaron, los problemas que encontraron y las soluciones a las que llegaron sus sucesores y que sirvieron para crear nuevas formas de entender el arte. Cuanto más nos acercamos al momento presente más difícil resulta ver las cosas con la perspectiva adecuada y valorar de forma completa la obra de un artista. La historia del arte es pues el libro ideal para todo aquel que esté interesado en la materia. A lo largo del libro Gombrich va dejando caer pequeñas migajas, abriendo diferentes salidas que el lector interesado puede tomar para ahondar más en el tema que más le llame la atención. Es la introducción perfecta que puede hacer que alguien que no tenga interés en el arte acabe completamente enamorado y quien ya lo tenía quede atrapado sin posibilidad de escape.
Comentarios